Como es a la fecha una realidad incuestionable, el calentamiento global tuvo su origen o inicio junto a la revolución industrial del siglo XVIII[1] y fue constado en trabajo de campo realizado por científicos según se puede revisar en la revista Nature[2] de 2016, situación que se vio agravada en la segunda mitad del siglo pasado. Nuestro país es uno de los países más afectados por este fenómeno antrópico y ha desarrollado a través de alianza público- privada planes de adaptación para enfrentarlo entre Ministerio tan diversos como Salud, la subsecretaría de pesca u Obras Públicas.
Sin embargo, poca difusión se le ha dado a la importancia que tienen los sumideros de carbono como fuente importante de combate o neutralización del fenómeno. En efecto, los servicios ecosistémicos que brindan bosques y humedales[3] son dignos de destacar porque el bosque junto al sotobosque al realizar fotosíntesis, contribuyen de modo eficiente a la mitigación de los gases de efecto invernadero o GEI, ya que al incorporar el carbono al ciclo biológico del carbono fijándolo en sus raíces, liberan oxígeno a la atmosfera atenuando el Dióxido de carbono atmosférico (CO2) generado por las diversas actividades económicas.
De esta forma, los bosques tanto tropicales como templados tienen una enorme “capacidad para secuestrar carbono” al conservar más carbono que cualquier ecosistema terrestre, participando con más del 90% del flujo de carbono entre la atmosfera y el suelo[4]. A modo ilustrativo, hay estudios recientes que demuestran que el suelo y las raíces es donde se fija la mayor captura de carbono en un rango cercana al 80% de las 1000 ton/Ha que fijan los bosques lluviosos del sur de chile[5], resultando importante también las turberas de Chiloé y Punta Arenas.
De igual manera, los humedales naturales pese a que solo ocupan entre 4- 6 % de la superficie terrestre[6], pueden retener una enorme cantidad de carbono dada su particular composición hidrológica y edafológica, siendo capaces de fijar una enorme cantidad de carbono en la biomasa vegetal y los suelos inundados. De esta forma es posible medir y luego certificar a través de una casa certificadora la captura objetivada o secuestro de carbono que las masas boscosas son capaces de generar, mitigando los efectos de los GEI, preocupación de la COP 26 que concluyó con avances moderados.
Finalmente, no podemos dejar de comentar el dolor que genera conocer que 13.235 km2 de superficie de la Amazonia Brasilera fue desforestada por la errada política implementada por el presidente Bolsonaro, afectando a las poblaciones que lo habitan como los Huaorani que pude conocer hace 30 años al recorrer gran parte del Rio Amazonas.
Por Daniel Benoit M. Experto en Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Las opiniones vertidas son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan necesariamente el parecer de la Asociación Chilena de Derecho Ambiental.
Referencias:
[1] https://nmas1.org/news/2016/08/26/calentamiento-global [2] https://www.nature.com/nature/volumes/536/issues/7617 [3] https://www.ramsar.org/es/humedal/chile [4] Apps et Al, 1993, Brown et All, 1993 [5] Revista Forest Ecology and Management investigación de campo realizado explorando 33 bosques lluviosos en Estación Biológica Senda de Darwin entre 2014 y 2017 [6] Superficie estimada entre 700 a 1024 millones de hectáreas.